Mi propia ropa estaba atacándome. Los jeans, mi camisa a cuadros roja y negra, la remera de Miffy.
Mi ropa había cobrado vida, desarrollando músculos invisibles para herirme. Posiblemente matarme. Mi padrastro golpeaba la puerta de mi habitación y me llamaba a los gritos desde hacía rato. Yo no podía levantarme de la cama. Así que mi padrastro tiró la puerta abajo, con la jeta bañada en saliva.
-¿Qué es todo este kilombo que tenés aca, pendeja sucia? – dijo entredientes. Después abrió la boca y cayeron 80 kilos de cables enredados en gelatina azul. Tuve la esperanza de que los cables me ayudarían con la ropa asesina. No. Eran una contribución al caos de mi pieza y de mi vida.
-A ver si limpias un poco, putita infelíz. Falopera. – Se quedó esperando algo, desconcertado.
-¡Contestame cuando te hablo!
-Esta bien, Oscar- dije con la voz entrecortada por las náuseas.
-Oscar, no. Papá. Decime papá.
-Papá.
-Ahora levantate y sacá este cablerío de mierda. Y limpiá toda esta mierda. ¡Todas tus cosas tienen olor a mierda!
Traté de levantarme y no pude.
-Es la ropa –gemí.- Te juro que es la ropa…
Quise volver a decirle “papá” pero sentí un pañuelo áspero raspándome los labios, el paladar. Haciéndome un nudo en la garganta.
¿Quién soy?
¿Dónde estoy?
Soy una puta de cuero samurai
Vivo en el reflejo del cielo en una espada
Vestida de horror
Soy una puta de cuero samurai
¿A dónde va?
Es el conejo de Alicia, degollado
Va a comer peyote y olvidar su muerte
¿Quién lo ejecutó?
YO: una puta de cuero samurai
Una fría puta de cuero samurai
Hola.
¿Alguien quiere algo de mi?
Vos: ¿Hay algo que te pueda dar?
Todos quieren algo. ¿De mi? No se. De todos. No, de todos, no…de los que tienen algo rico, algo para atrapar con la lengua… ¡¡porque todos estamos realmente hambrientos!! Hasta la burguesita acomplejada de Avzurdah. Si. El hambre cunde.
Los nenitos quieren unas nalguitas hermosas, las nenitas saber cómo cazar chicos que quieran nalguitas hermosas pero que no les importe que las suyas no sean ricas. Uf. Nalguitas mediocres. ¿Y yo que puedo dar? Lo lamento, no creo que me aprueben. Tal vez quieran mi diario personal… muchos quieren leer el diario de una nenita con rimel y pinchecitos en su cara. Quieren que la chica lista se lamente por ser el botín de guerra de muchos mercenarios de penes insensibles. Y quieren chequear el body count después del bombardeo.
Bueno, ensayemos.
Querido Diario: No soy Ana Frank. ¿Me gustaría pasar menos tiempo en la calle? Tal vez si hubiese nazis. ¿Qué haría un nazi conmigo? ¿Usaría sus botas recién lustradas durante el ritual de apareamiento? Me pisaría una mano, la cara con sus botas? Extraño amor nazi. Un nazi sólo puede amar sus botas y sus perros. ¿Quiero ser una perra y tener un orgasmo nazi?
No, no quiero nazis. Ni socialistas, ni anarquistas, ni ambientalistas, ni fundamentalistas, ni listas de istas.
Quiero un punk rock sordo de gritos, de estridencias de alas, de ángeles con convulsiones. Quiero que el punk rock me empuje como si fuera una recién nacida, una bebé con alfileres, escarificada, con las medias rotas y arañazos en las rodillas. Con amor y yilets entre los deditos. Y volar describiendo un arco más largo que la muralla china. Caerme de nalgas encima del nene que esperaba ser aplastado por Júpiter y todas sus lunas. Bah, no se.
Querido Diario: ¿Qué fucking idiotez hiciste conmigo hoy?
No me acuerdo.
Las calles estaban húmedas, resbalé hasta llegar acá.